viernes, 16 de marzo de 2007

Novela (Fragmento 5)

Aquí José Luis retrata a la perfección a algunos de los personajes que formaron parte de los alumnos fundadores. ¿Se reconoce alguno de ustedes?

En una fila trasera del salón, siempre allí, “El Tamalón”, güero, tirando a pelirrojo, con su cuerpo desparramado sobre el pupitre, haciendo reír a todos -incluidos los maestros- con ingenio y fino humor; perfeccionando sus ironías, tomando el más pequeño detalle para un nuevo apodo, un chascarrillo o una situación comprometedora para el profesor; siendo el conductor informal de las clases; negociando con los maestros tareas, trabajos, fechas de exámenes y practicando despreocupado su filosofía existencial: “Si lo sabe Dios que lo sepa el mundo”.
A su derredor, “El Guácaras”, “El Quemao” y “El Gargajo”, los tres alegres compadres y porra del Tamalón.
De pie, junto a él, “El Babaloca”, un escuincle de escasos dieciséis años y cuarenta y cinco kilos de humanidad, aprovechando la tardanza del profesor para narrarle la mayor de sus épicas aventuras: .... (Nota mía: es algo que les dejamos para que recuerden los que vivieron esa época)
“El Quemao”, güero colorado, con un volcán de espinillas en la cara, como si hubiera sufrido alguna quemadura –de ahí su mote-, usando siempre al Guácaras como patiño, interviniendo decidido y sarcástico para salvar situaciones complicadas con los maestros ficha.
“El Gargajo”, primo hermano del Tamalón, llamando al Babaloca por sus motes alternativos: “El Cara de Hacha” por la forma de su nariz, o “El Papagayo” por su nariz ganchuda, su voz gritona, los pelillos parados, y porque al dibujar terminaba siempre con la lengua negra de tinta.
Enrique Alonso, alias “El Burro Cervecero”, “El Rascapollos”, “El Cachirulo” y “El Guácaras”, arriesgándose cada clase con agregar un nuevo apodo a su curricullum.
A medio salón, José Romo Picasso, alias “Picasso”, “Pepe”, o “El Clandestino”, repitiendo con su voz de trueno “Qué poca madre”, cada que al maestro de matemáticas se le esfumaba un término de la ecuación.
A su izquierda, Gerardo, “El Cordobés”, identificando en la clase de química como compuestos orgánicos al etano, propano, butano... y al mangano... y enseguida El Gargajo bautizándolo: Sí cómo no, señor “Mangano”.
Más allá, “El Taca-Taca”, de día estudiante, de noche taxista, tartamudeando y alegando en cada clase como tarabilla.
Adelante, “El Calvillito”, joven campesino que poco hablaba y al hacerlo se ruborizaba todo, oyendo al Tamalón decir de él a los maestros, que ese joven de corta estatura y parca lengua, algún día se convertiría en fogoso líder revolucionario. No sería en vano el vaticinio: diez años más tarde, sería uno de los líderes fundadores del PST que invadieron el predio de Las Huertas, poniendo en jaque al gobierno del estado.
Siempre en la fila trasera, “El Tatachún”, exmilitar -soldado raso, a decir de sus detractores- y estudiante destacado, intentando trascender por el talento que su corta estatura y singular fisonomía no dejaban entrever.Junto a la ventana, “El Judas”, “El Ciego”, “El Pelón” o “El Sapo”: gordo, mal fajado, pelón, de voz aguda y chillona. “Hijo de Papi rico”, burlesco, satírico e ingenioso, el azote de todos, alisando sus contados cabellos como rayas negras sobre su cráneo verdoso, sentado al lado de su “papi Marcial”.

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